Artículos difundidos
Tiempos pasados, presentes y futuros
…cuán presto se va el placer
cómo, después de acordado,
da dolor
cómo, a nuestro parecer,
todo tiempo pasado
fue mejor.
Jorge Manrique, (siglo XV)
Cosas que (nos) pasan
Tiempos pasados, presentes y futuros
Leandro Scasso Burghi
La frase “todo tiempo pasado fue mejor” así como sus derivadas “en mis tiempos” o “antes eso no pasaba”, aparecen en conversaciones que entablamos al tocar temas tan diversos como la moral y las buenas costumbres, el trabajo o su falta, la seguridad o la gripe, el modo de bailar, el largo del pelo o de las patillas, el fútbol o hasta el inestable comportamiento del clima. Corrientemente se idealiza el ayer al tiempo que se critica al presente cuales observadores, críticos y censores provenientes de otra dimensión. Al ancho, largo y alto de los objetos del universo material que nos rodea agregamos el tiempo como la cuarta dimensión.
El tango Cambalache asegura que “siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados, contentos y amargados”, para luego afirmar que el pasado siglo XX habría superado en maldad a todo lo precedente, al mezclar sin diferenciar señores, ladrones, curas, colchoneros, reyes de bastos, caraduras y polizones. La letra del tango Tiempos Viejos habla con nostalgia de “muchachos de antes” que “no usaban gomina” y que desconocían la coca y la morfina. Podemos afirmar con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido que, con seguridad, la gomina o el gel irán yendo y viniendo en olas de la mano de la moda, al igual que los tatuajes, los teñidos de tonalidades más o menos rojizas, los aros y piercings, el largo de la pollera y los anchos de los bajos de los pantalones, sin hacer más por ello más buena o más mala a la generación que los usa, o a la anterior ni a la posterior. Sin ir muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio y para confirmar que abuelos, padres y nietos se vistieron de manera desigual, la pintura de Blanes “Los tres chiripás” de Blanes representa a tres generaciones con atuendos muy diferentes.
Le propongo bucear como viajeros del tiempo en las historias (con minúscula) que encierra la Historia (con mayúsculas) para comprender que el material genético que nos conforma como hombres ha determinado, en sus infinitas combinaciones a lo largo de los siglos, seres humanos con actitudes y comportamientos de lo mejor y de lo peor, buenos y malos, próceres y gente como uno, que han convivido, peleado, amado, soñado, trabajado, estudiado, construido y derrumbado, casado, separado, vivido y muerto en otros días, como nosotros lo hacemos hoy.
Como para muestra basta un botón quiero compartir algunos artículos del número 78 del 4 de Junio de 1874 de El Departamento, periódico editado en Maldonado en el siglo XIX, pertenecientes a un pasado de esta ciudad que se pintaba distinta en muchos aspectos, pero no tanto en otros.
Bajo el título Publicaciones solicitadas se lee:
“Sr. Gerente de El Departamento:
En número 68 de su popular periódico aparece una publicación firmada por “varios vecinos de Rocha” la cual nos provoca a que contestemos a una anterior solicitada del célebre D. Antonio Pereira referente al extravío hace cuatro años de una carta certificada que, si hemos de creerle, contenía 200 $ y papeles de importancia, concluyendo los “varios vecinos” por lamentar que la sucursal de correos de esta villa no pase a manos de personas más honorables. Este cargo embozado y teniendo tan sólo por fundamento la ridícula publicación de D. Antonio Pereira es propia de algún pelafustán envidioso que sólo escribe cediendo a mezquinas personalidades. Pero como nuestro silencio podría ser desfavorablemente interpretado por las personas que no nos conocen y que no conocen la historia de la carta de marras con la que hace cuatro años rompe el tímpano el citado D. Antonio Pereira a cuantos tienen la desgracia de oírlo, nos vemos en el caso de venir a la prensa para declarar: 1º que si D. Antonio Pereira o aquellos a quienes tanto les ha agradado su publicación, tienen reclamos que hacer contra nosotros como administradores del correo los invitamos y les pedimos que se presenten ante quien corresponda haciéndonos los cargos que merezcamos, ya sean en la emergencia de la carta o en cualquier otro caso y 2º que si pueden tacharnos de falta de honradez en el desempeño de nuestro empleo, lo manifiesten clara y categóricamente y entonces sabremos confundir a los calumniadores.
Mientras tanto ni una palabra más diremos, que continúen D. Antonio y los “varios vecinos” colaborando. Nuestro silencio será la señal más inequívoca de nuestro desprecio para sus tremendos cargos.
Saludan al Sr. Gerente atentamente
Domínguez Hermanos
Rocha, Mayo 31 de 1874”
En resumen, el autor de la solicitada se sintió difamado sin fundamento y en el mismo medio desde el cual le habían ultrajado de palabra replicó con ironía y agudezas idiomáticas, para proponer el ámbito jurisdiccional correspondiente para juzgar su accionar. Las similitudes con polémicas del presente corren por cuenta del que esto escribe. Y posiblemente también por el que esto lee.
Corría el año 1874. Al año siguiente se conmemoraría el cincuentenario de la Declaratoria de la Independencia del 25 de Agosto de 1825. El fervor patriótico de los fernandinos de ese tiempo los llevaba a realizar una colecta para erigir un monumento conmemorativo de la independencia. En el mismo ejemplar de El Departamento del que se extrajo la nota anterior se incluye una lista de suscriptores a la iniciativa y el monto de su colaboración. Figuraban así la empresa de “El Departamento” $10; Agustín de la C. Carduz $ 3; Jaime D. Hernandez $ 2. La iniciativa no prosperó pues no existe tal monumento en nuestra ciudad. Tal vez los fondos no hayan sido suficientes, una crisis económica no permitió reunirlos, o los promotores habrán desistido y los dineros recaudados se derivaron a otros fines. Aún separados por tantos años asombra ver como los fernandinos de fines del siglo XIX y de principios del XXI podemos ser de parecidos en el momento de hacer o de dejar de hacer.
Por último les dejo el relato de una escena vivida en nuestras calles que impresionó al cronista:
“Escándalo Público
El domingo a la tarde tuvo lugar una escena verdaderamente inmoral entre dos hijas de Eva de esas que no volverían a entrar en el Paraíso.
La escena dio principio en la calle de San Carlos esquina a la de José Ignacio.
Según se infería por la disputa parece que el cuñado de una de ellas (de la más saláa), había hecho a la otra un regalo cuyo objeto pertenecía a su marido, y apenas lo supo aquella se fue a casa de la obsequiada y con palabritas de esas que no se aprenden con cartilla y hasta con amenazas sacó el regalo, sin que el padre de la contrincante, que estaba armado de un palo, se atreviese a impedirlo.
Conseguido el regalo no se crea que se retiró la pendenciera, sino que fue cuando comenzó con más furor la gresca de pico, sosteniendo ambas un careo en que los requiebros que vomitaban no son ni para referidos, cuando más para estampados, consiguiendo el triunfo la agresora que sin dudas habrá ejercido de profesora de retórica inmoral en Cartagena y allí indudablemente diplomada. En obsequio a la moral y a la justicia bueno sería dar una lección a esas ninfas llevándolas al Hotel del Poco Trigo a fin de que fuesen más morigeradas de lengua.”
Ubique el lector a la pareja de implicadas en nuestra actual esquina de San Carlos y Ventura Alegre; la pelea se desencadenó por el regalo de un objeto del que no se era el propietario, el escándalo que conmovió la tarde dominguera fue el motivo de la crónica que concluye con el deseo del periodista que en la cárcel les moderaran el vocabulario a las involucradas. Si hoy la ley nos penara con cárcel por mal hablados, las nuestras estarían más que repletas.
De la lectura de estos textos escritos en nuestro Maldonado del siglo XIX se desprende que, más allá de estilos y uso del lenguaje, las situaciones relatadas y las reflexiones expresadas son de rigurosa actualidad. Los que escribían sobre las cosas que pasaban y los que generaron las historias convivieron en el tiempo con otros que luchaban para fijar los médanos que rodeaban la ciudad o recorrían la costa salvando náufragos y cargas, o cobraron impuestos o cuidaban del orden. Todos juntos hacían lo bueno y lo malo de la época que les tocó vivir, así como nosotros hoy lo hacemos con la nuestra, sin darnos cuenta que cada una de nuestras luchas diarias conformarán la historia de nuestro tiempo para los que nos seguirán.
Estimado lector, creo que usted y yo no vivimos ni el peor ni el mejor de los tiempos. Lo invito a encarar cada día con el íntimo convencimiento que lo mejor está aún por venir, pues solamente podremos mejorar como sociedad aportando lo más positivo de cada uno de nosotros.
Mi deseo es que lo que venga sea para bien, que juntos hagamos posible que el futuro sea mejor y, por supuesto, ¡que usted lo vea!