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A Marciano hay veces que no lo entiendo

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Categoría: Artículos difundidos

Cosas que (nos) pasan

 por Leandro Scasso Burghi

Este artículo contiene el prólogo del libro Marcianitis Crónica, compendio de Crónicas Marcianas escritas por Marciano Durán y difundidas por diversos medios. Tuvo su origen en una comunicación privada enviada a Marciano en forma de carta y que fue muy bien recibida por su destinatario, al punto que me incluyó en el equipo de colaboradores de la que sería su próxima publicación.

Sin merecimiento suficiente salvo el de la oportunidad y disponibilidad, fui convocado a cubrir el espacio destinado a Horacio Buscaglia y este escrito ingresó por el enorme hueco que dejara su ausencia.

Sepa disculpar el lector la osadía de la pretención del autor y de los compaginadores del libro. Pasados los años el firmante de esta confesión epistolar aún siente el rubor de la convocatoria a entrar a la cancha en reemplazo del titular indiscutido.

Marciano ha persistido y me distinguió como privilegiado lector de originales y colaborador en obras posteriores: El código Blanes (2006), El sueño de San José (2013).

Maldonado, Enero de 2015


 

Confesión en forma de prólogo

A Marciano hay veces que no lo entiendo


Días atrás la señora con la que compartíamos elogios sobre una Crónica Marciana deslizó el comentario que aparece como subtítulo de estas líneas: "a Marciano hay veces que no lo entiendo".

Mi primera reacción fue de rechazo epidérmico y visceral al concepto expresado. Pero analizándolo después de terminada la conversación, _ debo admitir que en general no soy muy rápido en mis reflexiones profundas_, tuve que coincidir con el comentario. Marciano no es fácil de entender.

Preocupado por ese descubrimiento personal me propuse investigar la verdadera repercusión del fenómeno comunicativo que se genera semanalmente alrededor de sus difundidas crónicas. Puedo decir que son: ávidamente esperadas, cotidianamente leídas, unánimemente disfrutadas, comentadas hasta el infinito en hogares y lugares de trabajo, lo que a su vez genera un espiral creciente de esperanzados lectores de la próxima entrega. Pero puedo decir también que esos mismos adictos _sean veteranos o recién admitidos en el creciente círculo de acólitos Marcianistas_ deben reconocer íntimamente que a Marciano no lo entienden.

Intenté encontrar respuestas buceando en su historia y hallé confirmaciones. Más allá de que Bradbury, Cortázar y Benedetti, Wimpi y Les Luthiers, Dolina, Quino, Juceca y Los Simpsons, entren en la formación de su equipo ideal y del mío. Y muy probablemente en la del suyo, estimado lector.

Marciano nació en Florida el único 25 de agosto que tuvo el año 1956. Este primer acto, aunque involuntario, marcaría su existencia. El nacer le abrió las infinitas posibilidades que da la vida. Que su especial combinación de cadenas de ADN se diera en Florida-Uruguay y no, por ejemplo en Florida-USA, le hace festejar su cumpleaños en feriado con un desfile y le otorgaría un humano uruguayismo que recogerían sus escritos posteriores, aunque le negaría el gusto de primermundista de manifestarse contra ciertas guerras en casa de sus organizadores.

Además el hecho de haber nacido en aquel año le haría vivir la contemporaneidad propia de este tiempo y de alcanzar en el presente una adultez responsable, comprometida y militante de padre cariñoso, de abuelo que malcría y que no condice con la figura que aún hoy lleva el pelo negro y largo, con esa pinta de jovencito que va por el mundo asombrándose y enamorándose de todo. ¿Cuándo sentará cabeza?

En busca de nuevos horizontes que ahora estarían en el mar, en 1979 se radicó en Punta del Este. Tiene raíces en la Piedra Alta que le nutren con savia que brota sin añoranzas; sin guardar resentimientos por el trasplante a Maldonado se aclimató para dar frutos. En nuestra sociedad se integró con plenos deberes a participar en las actividades más diversas: fútbol, murga, teatro, política y otras _vaya uno a saber cuáles_ lo llevan esas locas ideas que tiene para buscar y construir su espacio antes que reclamar por el goce de algún derecho pretendido. Seguramente Antonio Machado lo hubiera incluido entre los que "nunca, si llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan".

Lo conocí trabajando en el garaje inundado de un edificio a medio construir desde el que recuperamos decenas de heladeras empapadas y oxidadas destinadas a equipar los futuros apartamentos, Quizás en esas contradicciones de esa Punta tan rica y tan pobre aprendió el difícil oficio de hurgador que le permite encontrar lo bueno que hay en lo malo que vuelca en sus crónicas. Sin dejar de ser y sumando.

Tiempo después descubrí que Marciano era su nombre y no un apodo una vez que seguíamos las evoluciones de nuestros primogénitos detrás de una pelota, esperanzados ante la posibilidad que algún día, hábil contratista mediante, nos liberarían de la necesidad de trabajar para mantenerlos hasta el final de nuestros días.

Asombrado y encantado lo escuché en comisiones de fomento que compartíamos hacer planteamientos acerca de lo oportuno de saludar con ramos de flores las explosiones hormonales que transformaban a nuestras niñas en señoritas mientras otros concurrentes exponían sesudos motivos por los que no permitían que sus hijos hicieran viajes de estudios a la capital para preservarlos del contacto con los males y peligros de la gran ciudad. ¡Ubícate Marciano!

Luego llegaron las Crónicas. Si Marciano cree que podemos entender al que _vaya a saber con qué oscuros motivos_ nos espía en nuestra intimidad descubriendo cosas que ocultamos cuidadosamente cuando nos vestimos para salir de casa, y que puede gustarnos que semanalmente entre en vidas y espacios ajenos con un espejo donde vernos desnudos, con virtudes pero con defectos, en verdad no lo entiendo.

Escribe y vive sin resentimientos y sin broncas. Cuando lo común hoy parece ser el reclamo, la denuncia y el tirar piedras aunque para elllo haya que cambiar de vereda constantemente, se hace difícil entender al Marciano que camina, aunque él diga que corre, siempre por la misma vereda, Con sol o con sombra y sin subirse a los carros. Machado describió a los Marcianos que "cuando caminan cabalgan a lomos de mula vieja". De nuevo Machado.

Actúa como certero observador de conductas ajenas que se mantiene casi sobrio en medio de la borrachera general para relatar después que fue lo que hizo cada participante del bacanal, lejano de la amargura del que sabe que hace daño y sin ánimo de realizar chantaje. Tan solo por gusto de contarlo y de reflejar el momento. ¡Cómo para entenderlo está la cosa!

Sin haber enunciado todos los motivos que hacen difícil entender a Marciano dejo aquí, porque un buen prólogo deberá ser obligatoriamente más corto que el libro al que precede.

Mientras espero ansioso la lectura de este libro y la llegada de la próxima Crónica Marciana hago votos para que Marciano nunca cambie y que algún día lo podamos entender.

Va a ser un lindo tiempo para vivir.

Firma lo que escribe: Leandro Scasso, en Maldonado a los 21 días del mes de setiembre de 2005, año en que la ciudad festeja sus 250 años.

Prólogo del libro:

Marcianitis Crónica de Marciado Durán Rivero
Mastergraf, Montevideo - Uruguay
2005
www.marcianoduran.com.uy

Presentación del libro en Maldonado  

"La creatividad como herramienta"  Presentación de Marciano Durán en el Ciclo de Conferencias 2007 "20 años de CEI"

desde Maldonado, Uruguay