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El miedo a crecer en el Período Victoriano

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El miedo a crecer en el Período Victoriano

Clonación: de cómo una sociedad engendró a Peter Pan, a Alicia y a Dorian Gray y de las condiciones actuales para el cultivo y el desarrollo de los embriones

 

Literatura, CeRP del Este, 2008

 

Y así crecí volando y volé tan deprisa

que hasta mi propia sombra de vista me perdió.

Para borrar mis huellas destrocé mi camisa,

confundí con estrellas las luces de neón.

Tan joven y tan viejo - Joaquín Sabina

 

Y jugar por jugar
sin tener que morir o matar,
y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies.
Conviene entrar penúltimo en la meta
de la vuelta a la infancia en patinete
y fusilar al rey de los poetas
con balas de juguete.

La rana esconde un príncipe encantado,
tu boca un agridulce de membrillo
¡qué ganas de un cursillo acelerado
de besos de tornillo!

Hacen falta cosquillas para serios,
pensar despacio para andar deprisa,
dar serenatas en los cementerios
muriéndose de risa.

Jugar por jugar - Joaquín Sabina

Índice

Introducción. 1

Del puro devenir. 3

La Era victoriana. 6

El avance tecnológico. 6

El manual del perfecto caballero. 9

La literatura. 16

Paralelismo con la realidad actual17

Bibliografía. 19

Filmografía consultada. 19

Música consultada. 19

 

 

Introducción

 

Leamos la siguiente noticia publicada el 27 de febrero de 2008. 

 

El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, comparó hoy la política económica desarrollada esta legislatura por José Luis Rodríguez Zapatero a una "mezcla de Adán, de Peter Pan y de Alicia en el país de las maravillas", por lo que, en su opinión, ha tenido de desastre, de utópica y de irreal.

 

 

Rajoy levantó risas y aplausos entre el público. Además, dejó la situación en bandeja para que, minutos después, el cabeza de lista del PP al Congreso por Tenerife, Pablo Matos, añadiese que Zapatero también se parece a "Pinocho" por todo lo que ha mentido[1].

La noticia está fechada en España en el presente año.  Podremos establecer algunas diferencias culturales del Uruguay de hoy con las propias de la España actual, pero las mismas no serán sin duda muy significativas ni profundas considerando las raíces, los ancestros, las costumbres y hasta las recetas culinarias comunes, aún cuando las mismas estén hoy acentuadas por el desarrollo económico español de las dos últimas décadas derivada de su reciente integración a la Europa unificada, condicionadas por su novísima visión global desde las alturas de una postura europeísta desarrollada y por la postergación uruguaya de negarse a la apertura e integración al mundo por derecho propio. 

En las declaraciones del líder político opositor español son claras las referencias a la inocencia que atribuye a la actuación del Presidente del Gobierno de su país. 

Lo interesante para el presente trabajo de investigación literaria es que lo hace a través de referencias metafóricas a creaciones y personajes de la Literatura. 

El estado humano puro e inocente queda simbolizado en la referencia bíblica al Adán propietario inconsciente del paraíso en la tierra; el mismo se mezcla con el rasgo distintivo propio de Peter Pan, ésta es su negación a madurar y con la visión fantástica del mundo de Alicia en el reino de las maravillas, que en forma simultánea la sitúa en el interior de la madriguera, tal y como supuestamente la avestruz esconde la cabeza para no ver la realidad circundante, a la vez que la hace participante de una negación de la realidad. 

Como si pocas y no significativas fueran estas referencias literarias, el artículo periodístico presenta una secundaria y complementaria, en la medida que los oradores comparan al personaje ridiculizado con Pinocho, lo cual nos sugiere y representa corporizada una exuberante nariz que crece con cada mentira que profiere.

Aparecen en la nota personajes de cuentos catalogados habitualmente bajo el rótulo de infantiles, que tienen hondas connotaciones psicológicas según uno avanza en la profundización en los personajes, a la vez que constituyen arquetipos de comportamiento en nuestras sociedades postmodernas.

¿Será casual que Joaquín Sabina, cantautor popular contemporáneo tanto en la orilla occidental como en la oriental del Atlántico, en un poema-canción presentado en la carátula de este trabajo, al describir su rápida maduración exprese “y así crecí volando y volé tan deprisa /que hasta mi propia sombra de vista me perdió[2]”.  ¿No estará acaso relacionada con el personaje Peter Pan y su línea “no consigo que mi sombra se me quede pegada[3]  y a su determinación a no ser mayor jamás, “quiero ser un niño y divertirme[4]”?

Adelanto mi opinión al respecto: la coincidencia indicaría que hay conocimiento y referencia expresa a la obra, o que al menos, que los autores en dichos textos expresan conceptos similares y, obviamente, uno es anterior en un siglo al otro.

El haber confundido “con estrellas las luces de neón[5]” puede parecer normal incluso para un lector no avezado enfrentado a la visión de un ave que busca una guía o de un visitante circunstancial no citadino.  Si tomamos la cita literaria “segunda a la derecha _ dijo Peter _ y luego todo recto hasta la mañana[6]”, con la que Peter Pan responde a Weny la pregunta ¿dónde vives?, encontraremos el origen de la confusión.  La estrella es la respuesta, a la vez del por qué de la confusión.  La búsqueda permanente del hombre de su hogar la causa.

 

Del puro devenir

El hecho que Alicia no crezca sin empequeñecerse tampoco se antoja como casual, tanto en la visión de su autor como a la interpretación de la lectura actual.  Pertenece a la esencia del devenir avanzar, tirar en los dos sentidos a ala vez[7]” “Cuando digo “Alicia crece” quiero decir que se vuelve mayor de lo que era.  Pero por ello también se vuelve más pequeña de lo que es ahora[8]”. 

Crecer se plantea como un retroceso.  No olvidemos que Peter Pan renuncia a crecer y expresa que fue porque oyó a sus padres “hablar sobre lo que yo fuera cuando fuera mayor[9]”.  No crecer es preferible a transformarse en el modelo del adulto propuesto.

Pero volviendo a Alicia, “por supuesto que no es a la vez más grande y más pequeña.  Pero es a la vez que ella lo deviene.  Tal es la simultaneidad de un devenir cuya propiedad es esquivar el presente.  En la medida que se esquiva el presente, el devenir no soporta la separación ni la distinción entre el antes y el después, entre el pasado y el futuro.  Alicia no crece sin empequeñecer, y a la inversa.  El buen sentido es la afirmación de que, en todas las cosas, hay un sentido determinable; pero la paradoja es la afirmación de los dos sentidos a la vez[10]”.

Queda establecido entonces que los personajes se niegan a crecer, con lo que se escamotean y escapan a su futuro, a la vez que en forma simultánea niegan el presente.

La otra posibilidad que se expone en el presente trabajo del tema de la negación del inevitable pasaje del tiempo y sus consecuencias, es que los personajes se planten en su situación actual, que lejos de ser fantástica como en el caso de Peter Pan o de Alicia, es la ideal en la medida que representa lo mejor que se puede imaginar el sujeto y su entorno sobre su evolución a futuro considerando el estado y situación actual:

“Durante la primavera de 1844, Oscar Wilde frecuentaba mi estudio.  Un joven aristocrático de extraordinaria belleza, a quien sus amigos llamaban el Radiante Adolescente, posaba ante mí.

 

-          Lástima que un ser tan magnífico deba envejecer algún día – suspiró Wilde.

 -          Sí; es realmente una lástima – dije yo -.  Sería dichoso que Dorian pudiese permanecer exactamente tal como es, y que en cambio su portrait envejeciera y se marchitase.  ¡Ojalá fuera así![11]

 

Esta expresión de deseo marcará la continuidad de la obra.  En este caso el devenir, el cambio, la transformación quedará circunscrito no al personaje, sino a un elemento accesorio a él, su retrato.

 

“Luego había llegado lord Henry Wotton con su extraño panegírico de la juventud y el terrible aviso de su brevedad.  Aquello le conmovió, y ahora, frente a la sombra de su propia belleza, sentía que la plena realidad se apoderaba de él en un relámpago.  Sí; llegaría un día en que su faz se arrugaría, se encogería; sus ojos se hundirían descoloridos y la gracia de su rostro se rompería, deformándose.  El escarlata de sus labios se iría, del mismo modo que el oro de su pelo.  La vida que debía formar su alma arruinaría su cuerpo.  Tornaríase horrible, deforme, basto[12]”.

 

 

Dicha consideración fue recomendada, y el personaje que realiza la exaltación de la juventud, Lord Henry, es quien perdió el estado de gracia que reconoce en el protagonista y al que había referido lo siguiente:

 

-          “Porque posee usted las más maravillosa juventud, y la juventud es lo único que vale la pena.

 

-          No me parece así, Lord Henry.

 

-          No le parece por ahora.  Algún día cuando esté envejecido, arrugado, feo; cuando el pensamiento le marchite la frente con sus garras y la pasión manche sus labios con horribles estigmas, lo sentirá usted terriblemente.  Ahora, por doquiera que va usted, encanta a todo el mundo.  ¿Será así siempre?... [13]

 El por qué los personajes: Alicia, Dorian Gray y Peter Pan eligen el no devenir y cuánto de esa decisión está condicionada por su entorno y sociedad será encarado en el próximo capítulo, en el que se analizará el Londres de la época victoriana.

Estos son, evidentemente, dos aspectos presentes en las tres obras estudiadas: la situación geográfica en la ciudad de Londres y el contexto histórico situado en el final del siglo XIX.

¿Qué elementos comunes a esa época y entorno podemos encontrar en el mundo postmoderno para justificar lo expresado en el título del trabajo?  La respuesta a la pregunta se buscará responder posteriormente, pretendiendo justificar la afirmación realizada de que hoy están dadas las condiciones para la clonación de los personajes reseñados.

 

La Era victoriana

La Reina Victoria encarna el desarrollo expansivo británico y su consolidación como imperio global.  Fue el suyo uno de los reinados más largos, de 1837 a 1901, y populares de la historia europea, hasta el punto que simboliza y designa la época con su nombre: la Era Victoriana.  No en vano Gran Bretaña era entonces la primera potencia mundial: su sistema político de una monarquía constitucional regulada por el parlamento y caracterizada por la alternancia de partidos en el gobierno era considerado el modelo de estabilidad, su proceso de industrialización y su política de defensa de la libertad de comercio eran imitados y las relaciones sociales se caracterizaban por la relativa escasez de manifiestos enfrentamientos.  En el modelo no faltaron, sin embargo, contradicciones y carencias.

El avance tecnológico

El período está marcado por el desarrollo de la ciencia y el espíritu optimista con el que se aplicó el avance tecnológico.  A partir de mediados de siglo se introdujeron materias primas como el petróleo y el caucho que requerían procesos previos de transformación para su empleo, se generalizaron los laboratorios de investigación universitaria y aparecieron tecnificadas industrias basadas en la nueva química y en novedosas fuentes de energía. 

Las aplicaciones de la ciencia y de la nueva tecnología generarían significativos cambios en los sistemas de producción, de las comunicaciones y de la distribución de los productos con el dominio del ferrocarril y el surgimiento de los modernos medios de transporte. 

El metro de Londres se inaugura a comienzos de 1863.  Como también hoy se analizan y a veces se divinizan o demonizan, entonces los cambios provocados por la introducción de la tecnología en la vida diaria eran, en casos, severamente cuestionados.  La reina Victoria aprobaría tardíamente el hoy clásico metro subterráneo de Londres, “the tube”, en 1883, haciendo valer sus condicionamientos: “nada de respiraderos, humaredas, ni ruido cerca de palacio y que no se divisara desde los parques[14].

A su vez, la expansión del comercio trajo aparejadas las apetencias de territorios en ultramar donde obtener materias primas y colocar los excedentes industriales.  Como impulsora de las transformaciones verificadas en la economía, en las tecnologías y en el sistema de producción se encontraba la agilidad del crédito comercial con las consiguientes innovaciones bancarias y financieras. 

La Gran Bretaña se colocó a la cabeza de esa expansión capitalista e imperialista, concretando el mayor y más sólido imperio colonial del mundo contemporáneo.  El Imperio Británico alcanzó uno de los puntos de su esplendor máximo en el momento en que la Reina Victoria fue nombrada Emperatriz de la India en 1877 y la culminación tras la Primera Guerra Mundial con la creación de la Comunidad Británica de Naciones, Commonwealth. 

Las transformaciones en el trabajo tuvieron en Frederick Winslow Taylor (1856-1915) a un reconocido teórico.  Obrero, tornero e ingeniero, afirmaría en sus principios sobre el trabajo inspirados en el sistema fabril que la prosperidad sólo podía lograrse como resultado directo de la máxima productividad.  Para ello se hacía necesario introducir la “administración científica”: elegir los trabajadores más preparados, inducirles a que trabajen según el “sistema científico” y generalizar la capacitación, propender a la especialización profesional descomponiendo cada trabajo en tareas repetidas y parceladas, en lo que dio en llamarse el “trabajo desmenuzado” base de la producción en masa que caracterizaba los procesos industriales.

Los cambios en los sistemas de producción trajeron aparejadas profundas transformaciones en la sociedad de la época, claramente identificadas con tres consecuencias:

1)       el crecimiento de la riqueza unido en forma paralela al decrecimiento del grado de bienestar, unido al desarraigo de la población de las bases culturales campesinas que se habían constituido durante generaciones;

2)       el proletariado industrial, la nueva clase social que surge y se desarrolla, es obligado a poner en venta su fuerza de trabajo con salarios fluctuantes de acuerdo a la ley de oferta y demanda propia del funcionamiento del sistema capitalista;

3)       se produce el crecimiento de la población absoluta, _la población mundial se duplica entre 1800 y 1914_, principalmente en los países más industrializados, Europa crece dos veces y media.  Este aumento poblacional se verifica unido a una inédita concentración en núcleos urbanos a los que convergen los campesinos emigrados, los artesanos cesantes por la producción industrial y los pequeños comerciantes.

Recuerde el lector estos aspectos sociales sobre los que se puso énfasis en la crítica del sistema, condensado en los tres puntos reseñados: 1) el crecimiento de la riqueza y descenso del bienestar global, 2) la existencia de grandes masas de población cuyos ingresos dependen de los períodos de bonanzas y recesiones y 3) el aumento de la población, concentrada en núcleos urbanos a niveles sin precedentes, en los que se verificaban inhumanas condiciones de vida de hacinamiento para los más, que convivían con la vida refinada y sofisticada de los sectores más pudientes.  Recuerde también la importancia que cobraba la aplicación de las nuevas tecnologías.  Y como para algunos se transformaba en una oportunidad de crecimiento personal y colectivo, mientras que para otros traía aparejada cambios irreversibles en detrimento de la calidad de vida que disfrutaban.

Como una misma tecnología utilizada podía ser considerada por la sociedad de su tiempo a la vez un peligro y una oportunidad.

 

El manual del perfecto caballero

“A gentleman is a man who does things no gentleman should do as only a gentleman can”

“Un caballero es un hombre hace cosas que ningún caballero puede hacer como sólo un caballero puede hacerlo”[15]

Una imagen de la época que la literatura, las artes plásticas y visuales han perpetuado, es la de los caballeros de la alta sociedad alternando en salones, con damas, _ si se trataba de ensayar pasos de baile, realizar paseos campestres y dialogar en recepciones sociales_, o sin ellas, _en los exclusivos círculos masculinos de los clubes, rodeados de trofeos de caza, en la sala de oficiales enterándose de la estrategia de la próxima, riesgosa pero seguramente victoriosa, campaña militar.

“Entra Lord Caversham, viejo “gentleman” de setenta años, que ostenta la cinta y la estrella de la Jarretera.  Tiene un magnífico tipo de liberal y recuerda exactamente un retrato de Lawrence.” [16]

 La moda que impera disimula, e incluso oculta por completo, a la silueta de la compañía femenina del caballero, envuelta en rígido miriñaque.

 “Mabel Chiltern es el modelo perfecto de la belleza inglesa, tipo flor de manzano.  Tiene todo el perfume y toda la libertad de una flor.” [17]

 La moral pública de estos círculos sociales se caracterizó por su rigidez, valorando como virtudes superiores a la corrección, la circunspección, la dignidad.  Los victorianos evitaban decir palabras como “embarazada” y “pantalones” que sustituían por “en vía de familia” e “indecibles[18], al tiempo que la extrema racionalidad reinante imponía que los sentimientos y las emociones fueran censurados en sus demostraciones públicas, así como todo comentario de índole personal se considerara fuera de las normas de urbanidad.

 “- Necesitas un buen corte de pelo –dijo el Sombrerero.

 Había estado observando a Alicia con mucha curiosidad y esas eran sus primeras palabras.

 - Debería aprender usted a no hacer observaciones tan personales- dijo Alicia con actitud -.  Es de muy mala educación.” [19]

 Bien avanzado el siglo XX nuestras tías viejas, en un Uruguay muy lejano en la distancia geográfica y aun histórica, replicando el reconocidamente exitoso modelo victoriano, e incorporando la moralina de la sociedad de su época, nos hablarían con eufemismos del embarazo: “en estado interesante”, “esperando familia” y el más gráfico, por los cambios en el físico de la mujer asociados con el período de gestación. “fulana está gruesa”.

 El orden, el respeto de la norma, la precisión y la puntualidad, _ “El Almirante mantiene esto de la puntualidad por narices.  El mundo se rige por el horario de Greenwich y Greenwich, según dicen, por el horario del Almirante Boom” [20]_, eran pilares de la cultura burguesa cimentada en la disciplina, el ahorro y el sentido práctico, elementos conducentes y sólidos garantes de una sociedad racional sobria y ordenada, que condenaba todo tipo de exceso y alteración, promocionando al fiel ejecutor de los mandatos y penalizando el error, la desviación y toda acción supuestamente subversiva por promover el caos.

 Esta concepción se hallaba fuertemente arraigada en el espíritu nacional al punto que se asociaba el bienestar personal al éxito del imperio.  La consigna “Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber” de 1805 del Almirante Nelson en la contienda naval de Trafalgar seguía siendo cumplida en tiempos de paz y en situación de guerra.  Así, la huelga de estibadores que se planteó en 1900 fracasó por la falta de apoyo de los obreros del puerto y de la población asentada en los muelles del este de Londres, que juzgaron antipatriótico retacear su esfuerzo durante la guerra de los Boers.  El apoyo obrero y de los pobladores a medidas sindicales que años antes habían paralizado toda actividad portuaria y en consecuencia a la actividad económica del país es comparable a la adhesión de los mismos sectores a las campañas de apoyo a los heridos, viudas y huérfanos de la guerra.[21]

 “¿Querrían hacer el favor de decirme - empezó Alicia con cierta timidez- por qué están pintando estas rosas?

 Cinco y Siete no dijeron nada, pero miraron a Dos. Dos empezó en una vocecita temblorosa:

 Pues, verá usted, señorita, el hecho es que esto tenía que haber sido un rosal rojo, y nosotros plantamos uno blanco por equivocación, y, si la Reina lo descubre, nos cortarán a todos la cabeza, sabe. Así que, ya ve, señorita, estamos haciendo lo posible, antes de que ella llegue, para...” [22]

 Un caballero llevaba una vida de rectitud y honestidad.  Y todo buen inglés debía tratar de ser un caballero, imitar su comportamiento.  Aunque aquellas virtudes, en muchos casos, fueran sólo aparentes.  Wilde exponía públicamente en forma muy frecuente en sus obras esta hipocresía y doble discurso.  En el fragmento que sigue un episodio del pasado de Roberto Chiltern, un paradigma de rectitud, es motivo de un chantaje del que es objeto, y esta acción delictiva es considerada a su vez una “transacción comercial”:

 “MISTRESS CHEVELEY (encogiéndose de hombros.)

 ¡Oh! Nada de palabras gruesas, se lo ruego.  ¡Tienen tan poco sentido!  Es una transacción comercial y nada más.  Es inútil mezclar en ella el menor sentimiento.  He ofrecido a venderle una cosa; si no quiere pagar por ella el precio que le pongo, tendrá que pagarla al mundo con un precio más caro.” [23]

 Las infracciones, actos impropios de caballeros, minarían las bases del orden establecido, en el que el Imperio Británico reinaba en el mundo y en el que las reglas eran impuestas por la clase dominante británica. 

 “Me parece que no juegan ni un poco limpio -empezó Alicia en tono quejumbroso-, y se pelean de un modo tan terrible que no hay quien se entienda, y no parece que haya reglas ningunas... Y, si las hay, nadie hace caso de ellas...”[24]

 Para perpetuar este status quo debían reprimirse el menor atisbo de rebeldía y brote de indisciplina.

 “LADY WINDERMERE.

 Si todos tuviésemos esas reglas rígidas y fijas, encontraríamos la vida mucho más sencilla.

 LORD DARLINGTON.

 ¿No admite usted excepciones?

 LADY WINDERMERE.

 ¡Ninguna!

 LORD DARLINGTON.

 ¡Ah, qué puritana tan fascinadora es usted, lady Windermere!

 LADY WINDERMERE.

 El adjetivo era innecesario, lord Darlington.

 LORD DARLINGTON.

 No he podido evitarlo.  Puedo resistir a todo, excepto a la tentación.

 LADY WINDERMERE.

 Tiene usted la afectación moderna de la debilidad.” [25]

 Esta sociedad, liberal en lo económico, se muestra autoritaria y censora, exhibe pomposa en público las virtudes al tiempo que condena orgullosamente los vicios que se ocultan discretamente en las vidas privadas.  Rige plena la fórmula “vicios privados, virtudes públicas”.

 “MABEL CHILTERN.

 ¡Oh, pues a mi me gusta la sociedad londinense!  Ha progresado notablemente.  Hoy día está compuesta de guapos imbéciles y de deslumbrantes lunáticos.  Que es precisamente lo que debe ser la sociedad.

 LORD CAVERSHAM.

 ¡Hum! Y ¿a qué categoría pertenece Goring?  ¿A la de los guapos imbéciles o a la otra?

 MABEL CHILTERN. (con gravedad)

 Por ahora he tenido que colocar a Lord Goring en una categoría especial para él solo.  ¡Pero hace grandes progresos!  Lo cual es encantador.” [26]

 En una estructura en la que la familia era la base fundacional, el hombre ejercía la autoridad paterna sin contemplaciones y se constituía en el genio tutelar, mientras que la mujer, esposa y madre, se sometía a los dictámenes sin voz no voto, quedaba relegada al trabajo hogareño y al cuidado de los hijos. 

 “LADY CHILTERN.

 La vida de un hombre tiene más valor que la de la mujer.  Alcanza mayores resultados y tiene finalidades más vastas y ambiciones más grandes.  La vida de nosotras, las mujeres, muere en una órbita de emociones.  La del hombre avanza por las vías de la inteligencia”. [27]

 Se denuncia en el texto extractado de Wilde, la concepción imperante en la clase alta de la mujer lindante en la categoría de objeto decorativo, o en el mejor de los casos, carente, _autoexcluida_, de la capacidad humana del intelecto, de seres que deben cuidarse en el aislamiento y preservarse de tentaciones.

 Esta era la condición de vida en los barrios más lujosos de Londres, en los palacios y las fincas de la campiña inglesa, donde habitaban los nobles y los burgueses enriquecidos en las actividad industrial, comercial, bancaria o de intermediación financiera que imitaban el comportamiento de aquellos para ingresar al círculo tradicional del poder.  La industrialización es, en su mayor parte, obra de un tipo de hombres que, desde el Renacimiento, quiso distinguirse del aristócrata, operó en el burgo, se dedicó al comercio y a las finanzas, y en el período revolucionario alcanzó su plena dignidad e individualidad.[28]  Hipólito Taine, (1828-1893, historiador francés), en sus frecuentes viajes a la isla observó que “las aristocracias inglesas son fuente de estabilidad, de la energía social y del progreso del país y atribuye esa superioridad a la educación física y moral, no intelectual, de las escuelas públicas inglesas.” [29]

 El sector pudiente tenía la posibilidad de pagar los servicios de atención exclusiva: “una familia de tres personas, por ejemplo..., tiene tres criados y tres caballos. Tres caballos y un coche cuestan, aproximadamente, doscientas libras esterlinas al año (...). Toda la riqueza provenía de los muelles de Londres”. [30]   Con quinientas libras al año podían mantenerse con holgura un servicio de tres personas: camarera, niñera y cocinera, y con mil una servidumbre de cinco servidores, como mínimo.  El equipo incluye “criada, cochero, jardinero, limpiabotas, ayudante de jardinero, camarera, cocinera y segunda camarera” en una escala jerárquica bien determinada.  Londres tenía unos dos millones de habitantes a mediados del siglo XIX y se estima que 170.000 son empleados como servidumbre. [31]

 “A la señora Darling le encantaba tener todo como es debido y el señor Darling estaba obsesionado por ser exactamente igual que sus vecinos, de forma que como es lógico, tenían una niñera”[32]

 Barrie deja en claro, con la obvia previsibilidad de la conformidad y alineamiento del padre de familia, que el modelo debía ser replicado en cada casa, aun cuando agregue con fina ironía que:

 “Como eran pobres, debido a la cantidad de leche que bebían los niños, su niñera era remilgada perra de Terranova, llamada Nana…” [33]

 La pompa y circunstancia del clásico himno inglés debían mantenerse.  Pese a todo y frente a todos.

 En contraste con aquellos sectores acomodados que vivían rodeados de lujos y riquezas, la vida de los integrantes de las clases menos pudientes y trabajadoras transcurría en condiciones de miseria, hacinados en barrios marginales en los que campeaba el crimen, el destrato, el trabajo en situación de explotación y pululaba la prostitución, en contradicción flagrante con las pautas de rectitud y moralidad que se preconizaban como ejemplares.

 En sus descripciones de estos estratos realizada por Taine deja en claro que en la sociedad londinense del último tercio del siglo XIX los sectores mayoritarios no accedían a los privilegios que disfrutaban los minoritarios núcleos dominantes al expresar concluyentemente: “el gran molino social machaca y muele aquí la última capa humana bajo su engranaje de acero”. [34]

 La fábrica es el símbolo de la modernidad y el progreso, a la vez que una cruel prisión para sus trabajadores, sometidos por omnipotentes patrones a jornadas de trabajo extenuantes, no inferior a quince horas, que se realizaban en ámbitos malsanos, sin más descanso que los domingos y el día de Navidad. 

 “Peter era un patrón justo y pagaba a sus trabajadores todas las noches.  Se colocaban en hileras en las ramas y esperaban con educación, mientras Peter cortaba tantas veces seis trocitos de su billete.  Les llamaba y cada uno se acercaba a recoger sus seis centavos, al oír su nombre.  El espectáculo era muy divertido.” [35]

 Barrie nuevamente ironiza en su obra sobre la sociedad: el aspecto de la masa de trabajadores era desolador y no debía precisamente divertir al observador atento como el autor; la paga que recibía el trabajador eran las migajas en que se fraccionaba discrecionalmente un billete y el modelo patronal estaba muy alejado de la justicia de la imagen mostrada de Peter.

 Eran prácticas corrientes el empleo de niños que no recibían salario, sino solamente alojamiento y comida y malos tratos.  Muchos procedían de los hospicios, workhouses, de donde eran reclutados con una función utilitarista doble: la obtención de la máxima productividad del sistema fabril y el disciplinamiento de los rezagados y rechazados para transformarlos en útiles para la sociedad.  Sobre los workhouses Carlyle escribió: “es un invento sencillo, como todos los grandes inventos… si a los pobres los convierten en miserables, su número disminuye.  Este secreto es conocido de todos los matadores de ratas… Un método más rápido sería el de emplear arsénico”. El 35% de los niños menores de cinco años no sobrevivía.[36]  Barrie, espíritu sensible, espera que Peter no tenga mucho trabajo con su pala en su función de enterrador de niños perdidos y confiesa enérgico: “¡Todo me resulta demasiado triste!”. [37]

 “Esta sociedad civilizada, confortablemente alojada, amueblada, vestida, educada deportivamente, que gusta de los viajes y de los juegos al aire libre, estima que su confianza inquebrantable en Dios se justifica por el éxito incuestionable de un utilitarismo imperturbable”.[38]  Este comentario de Taine acierta en un punto fundamental de la ética protestante, en la medida que cada ser humano sería dirigido por un precepto divino de promover su propia honra. [39]

 El caballero inglés atribuyó así, con espíritu religioso y patriótico, los éxitos personales y colectivos y la prosperidad económica reinante, al trabajo concienzudo, a la austeridad, la constancia del ahorro y a la iniciativa individual.  Rechazaba a la pobreza y creía que a esa condición se llegaba por la pereza, en tanto que la fortuna era la recompensa de los méritos; una profesión era útil y grata a Dios en base a: 1) criterios éticos, es decir que fuera compatible con el bien general y que no perjudicara a nadie, 2) por los beneficios que reportaba a la colectividad y 3) por el provecho económico que producía al propio individuo. [40]

 - Minino de Cheshire, ¿podrias decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?

 - Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar- dijo el Gato.

 - No me importa mucho el sitio...- dijo Alicia.

 - Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes- dijo el Gato.

 En efecto, poco importaría el camino.  Cuando Dios muestra a uno de los suyos la posibilidad de un lucro, lo hace con un fin; por lo tanto al cristiano creyente no le queda otro camino que escuchar el llamado y aprovecharse de él.” [41]

 

La literatura

 En la época predominó la expresión romántica pero no pasaron inadvertidas para los escritores los conflictos de su época.  Los temas del momento que se vivía: el avance de la industria, la concepción materialista imperante, la cuestión social y la vida de la clase trabajadora, se hicieron presentes en las novelas, forma dominante de la literatura victoriana inglesa.   Jane Austen es aguda observadora de las relaciones sociales, (Orgullo y Prejuicio, 1813); Walter Scott, (Ivanhoe, 1820), aborda la novela histórica; William Thackeray denuncia el vacío en la vida de la aristocracia, (La feria de las vanidades, 1847);  las hermanas Brontë son exponentes del romanticismo a la vez que Emily denuncia los males de la separación de las clases sociales en Cumbres Borrascosas (1847).

 Las condiciones de hacinamiento y de trabajo en los núcleos industriales fueron denunciados por los intelectuales: el novelista Charles Dickens (1812-1870), los pensadores de origen alemán Karl Marx (1818-1883) y Friederich Engels (1820-1895), el socialista utópico Robert Owen (1771-1858), en trabajos literarios que, como rasgo general, muestran la crítica a la pobreza que genera el modelo y a la estratificación social de la sociedad victoriana, promoviendo la necesidad de cambios en el sistema imperante con diferentes niveles de profundidad revolucionaria.

 Las novelas de Dickens, (Olliver Twist, 1837, David Copperfield, 1849), satirizan las convenciones de la sociedad, ciega ante la explotación de los niños más desposeídos.  La crítica social es patente en el teatro de George Bernard Shaw, (Pigmalión, 1913).

 

 

Epílogo: Paralelismo con la realidad actual

Si la época victoriana, caracterizada en lo social por el rígido condicionamiento y en general por el avance de la tecnología y su creciente influencia en las actividades cotidianas, engendró en la literatura criaturas con miedo a crecer y fundamentalmente, resistencia a doblegarse al modelo imperante, ¿qué razones podemos argumentar para sostener que en el momento actual se dan las condiciones para cultivar y desarrollar los mismos embriones?

No será precisamente porque hoy impere el conservadurismo de las costumbres morales, por el rígido apego a modelos de vida transmitidos por generaciones o condicionamientos por razones de herencia o linaje.

Sin embargo vivimos hoy idénticas, aun más evidentes y notorias, condiciones de vaciamiento de la esencia de la vida promovidas por hábitos consumistas.  Esa futilidad de la vida lleva a centrar todos los esfuerzos en la búsqueda del éxito, fundamentalmente el económico, por sobre cualquier otra consideración, al punto que importan menos los medios que el fin, elevando la posesión de riquezas y bienes a la categoría de fin en sí mismo. 

En esa banalización de la vida es que se considera que están dadas las condiciones para que los embriones implantados en las obras literarias analizadas crezcan vigorosos.  Se encuentran hoy en un medio de cultivo ideal.

Hasta que punto el desarrollo tecnológico de los últimos años ha sido un factor determinante de estas condiciones, es y será seguro motivo de controversia.  Al respecto no se pondrán de acuerdo optimistas tecnófilos y pesimistas tecnófobos, tal y como en sucedió en la Inglaterra Victoriana.  Como aconteció entonces la dinámica de los hechos seguirá imponiéndose a los más sesudos análisis teóricos a favor o en contra de un emprendimiento siempre y cuando el capital sea el suficiente para ponerlo en práctica y se tenga la presunción de la obtención de ganancias.  Más aun, si existieran condicionamientos a dicho proyecto en un punto del globo, seguramente se implementará en las antípodas, si es que allí se dan las condiciones para recibirlo.  Al ponerse en práctica el remoto emprendimiento, una misma señal de televisión recorrerá el mundo en instantes trasmitiendo imágenes de las pizarras electrónicas de las bolsas de valores en las principales capitales, para que el aumento vertiginoso de los valores de los bonos emitidos para financiarlo llegue a conocimiento de sus poseedores. Para mayor satisfacción y riqueza de ignotos accionistas que obtendrán, también en fracciones de minutos, ganancias considerables.

Las condiciones de trabajo humillantes que en la época de Alicia y Peter Pan se imponían al interior de las fábricas instaladas en Londres y que sustentaban la opulencia de la clase dominante hoy son veladamente transferidas a otras comunidades menos favorecidas en el tercer mundo, que reciben con los brazos abiertos industrias contaminantes no deseadas en el hemisferio desarrollado, obras de infraestructura para permitir la extracción de los recursos propios e inversiones que terminen generando ganancias ajenas.  El esquema urbano de rico centro y periferia pobre de la metrópolis se trasmuta al primer mundo opulento y lo que resta. 

Las condiciones favorables de negociación que conseguían los signos de poder representados en las cañoneras, las libras esterlinas y la política imperial, hoy serán forzadas por el capital sin bandera.  Y en caso que no sea suficiente la presión se puede apelar a la fuerza aplicada por el gendarme global de turno. 

Se afirmaba entonces “Inglaterra no tiene ni aliados eternos ni enemigos eternos, sólo tiene intereses permanentes[42] y hoy podemos decir lo mismo del capital, el lucro y la tasa de interés. 

La situación local que se denunciaba en la literatura analizada hoy se ha globalizado.  Lo que entonces era la realidad de la Inglaterra Victoriana, y más precisamente en su capital, hoy es la lógica imperante a nivel mundial. 

Seguirán aportando al debate sus puntos de vista  los humanistas y racionalistas, los dubitativos y los prácticos, los liberales y los conservadores, los intelectuales y los hombres de acción, los que aun persiguen la utopía socialista y los más acérrimos defensores del sistema capitalista, los revolucionarios y los reaccionarios, los ateos y los creyentes, cada cual con su impronta, con sus demonios y sus paraísos. 

Pero lo que ninguno podrá negarse a ver es que los embriones de las Alicia y de los Peter Pan tienen en la actualidad un útero más amplio y difundido que el reducido Londres victoriano.  La imagen que se nos muestre de Dorian Gray, y del colectivo humano, podrá ser pintada sin ninguna mácula.  Pero las cicatrices serán permanentes.

“…los adultos…como de costumbre, lo estaban echando todo a perder…” [43]

 

 

Bibliografía

Barrie, James M. (2005) Peter Pan en los jardines de Kensington EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

Barrie, James M. (2005) Peter Pan y Wendy EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

Barzini, Luigi (1983) ¡Estos intolerables europeos! POMAIRE: Buenos Aires

Best, Geoffrey (2007) Winston Churchill VERGARA: Buenos Aires

Carroll, Lewis (2003) Alicia en el país de las maravillas EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

Carroll, Lewis (2004) Alicia a través del espejo EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

Cohen, Morton N.  (1995) Lewis Carroll ANAGRAMA: Barcelona

Deleuze, Gilles (2005) La lógica del sentido PAIDOS: Barcelona

Pearson, John (1993) La Dinastía Churchill VERGARA: Buenos Aires

Permanyer, Luis (1971) El Londres Victoriano en HISTORIA y VIDA, N°36, Marzo 1971, GACETA ILUSTRADA S.A.: Barcelona

Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid

 

Filmografía consultada

Alicia en el País de las Maravillas, Walt Disney Productions, 1951

Mary Poppins, Walt Disney Productions, 1964

Peter Pan, Walt Disney Productions, 1953

Peter Pan: La gran aventura, Universal Pictures, 2003

 

Música consultada

Tan joven y tan viejo

Disco: Yo, mi, me, contigo

Año: 1998

Letra: Joaquín Sabina

Música: Joaquín Sabina

Cuando sólo era
un niño estupefacto
viví durante años
allá en Colón
en un casi tugurio
de latas
fue una época
más bien miserable
pero nunca después
me sentí tan a salvo
tan al abrigo
como cuando empezaba
a dormirme
bajo la colcha de retazos
y la lluvia poderosa
cantaba
sobre el techo
de zinc

 

Poema Abrigo, Mario Benedetti

 

Ninguna de las cosas que preocupan a los adultos, llegan a preocupar a un niño

Peter Pan: la gran aventura

 Film inspirado en la obra de James M. Barrie

 


[1] Servimedia  27/Feb/2008

[2] Sabina, Joaquín  Tan joven y tan viejo

[3] Barrie, James (2005) M. Peter Pan y Wendy EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

[4] Ídem

[5] Sabina, Joaquín  Tan joven y tan viejo

[6] Barrie, James (2005) M. Peter Pan y Wendy Op.Cit.

[7] Deleuze, Gilles (2005) La lógica del sentido PAIDOS: Barcelona

[8] Ídem

[9]  Barrie, James M. (2005) Peter Pan y Wendy Op.Cit.

[10] Ídem

[11] Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid El retrato de Dorian Gray - Prefacio del artista

[12] Ídem – Capítulo II

[13]Ídem – Capítulo II

[14] Permanyer, Luis (1971) El Londres victoriano en Historia y Vida N° 36 GACETA ILUSTRADA S.A.: Barcelona

[15]Conocida definición inglesa citada en Barzini, Luigi (1983) ¡Estos intolerables europeos! EDITORIAL POMAIRE S.A.: Buenos Aires

[16] Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid Un marido Ideal – Acto I

          La cinta y la estrella de la Jarretera señalan la pertenencia del caballero al muy selecto núcleo de los integrantes de la Orden de Jarretera creada por el rey Eduardo III de Inglaterra en 1348.

          Retrato de Lawrence refiere a una obra de Sir Thomas Lawrence (1769 - 1830), uno de los mejores retratistas ingleses de su generación.

[17] Ídem

[18]Permanyer, Luis (1971) El Londres victoriano en Historia y Vida N° 36 GACETA ILUSTRADA S.A.: Barcelona

 

[19] Carroll, Lewis (2003) Alicia en el país de las maravillas EDICIONES DEL SUR: Córdoba, Argentina www.edicionesdelsur.com

[20]Frase de Bert, (músico-artista-deshollinador interpretado por el actor estadounidense Dick Van Dyke), en Mary Poppins, versión cinematográfica de los Estudios Disney, (1964), adaptación de la obra homónima de Pamela Lyndon Travers, (1899-1996), publicada en 1934

[21]Schneer, Jonathan (1999) London 1900: The Imperial Metropolis Yale University Press, New Haven:London citado por Pallol Trigueros, Rubén Londres victoriano y eduardiano disponible en http://www.ucm.es/info/hcontemp/Ruben_Pallol_2.pdf

[22]Carroll, Lewis Op.Cit.

[23] Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid Un marido Ideal – Acto I

[24] Carroll, Lewis Op.Cit.

[25] Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid El abanico de Lady Windermere – Acto I

[26] Wilde, Oscar (1951) Obras Completas AGUILAR: Madrid Un marido Ideal – Acto IV

[27] Op.Cit. – Acto IV

[28] Tollinchi, Esteban Los trabajos de la belleza modernista 1848-1945 disponible en internet http://books.google.com.uy

[29] Taine, Hipólito (1872) Notas sobre Inglaterra

[30] Ídem

[31]Permanyer, Luis (1971) El Londres victoriano en HISTORIA Y VIDA N° 36 Marzo 1971 GACETA ILUSTRADA S.A.: Barcelona

[32] Barrie, James Op.Cit.

[33] Barrie, James Op.Cit.

[34] Ídem

[35] Barrie, James Peter Pan en los Jardines de Kensington

[36] Permanyer, Luis Op.Cit.

[37] Barrie, James Op.Cit.

[38] Ídem

[39] Weber, Max (2004) Etica Protestante, Gradifco: Buenos Aires

[40] Ídem

[41] Ídem

[42] Lord Palmerston (1784-1865) Primer Ministro inglés 1855-1858

[43] Barrie, James (2005) M. Peter Pan y Wendy